lunes, 22 de noviembre de 2010

primer día, pero no el único.

Contando los días para que no llegue el día y, a la vez, intentando no pensar en él. El primer día de clase después de las vacaciones de verano, el primer día del curso, otro curso escolar, uno más. Al principio de las vacaciones, te aburres, hechas de menos la rutina, el tener algo qué hacer, pero al final el sentimiento se vuelve contario (realmente se refleja el hecho de que el ser humano quiere lo que no tiene y cuando tiene lo que quería, ya no lo quiere). Volvamos a ese día tan importante que se repite cada año, insti nuevo. De camino me entra un miedo absurdo (que no sólo tengo éste día) sobre si no me habré equivocado de hora, de día o sobre si me equivocaré de clase. Llego a la puerta, mucha gente, amigos que se reencuentran, otros que son presentados por sus amigos, gente que hace amigos sin más. Me dirijo a las listas que indican las clases de cada uno y me dispongo a encontrar la clase. La encuentro, hay más gente esperando en la puerta, alguna sonrisa tímida, este año va a ser duro. Llega el tutor, busco un sitio ni delante de todo, ni atrás del todo, preferiblemente al lado de la ventana y del radiador. El profe nos suelta la charla y vuelta a casa. Mamá, ha sido una mierda, no quiero ir al cole.

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